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Ll
Los dos caballeros se echaron rel
Escuchad, caballero ijo Mérovic—, puesto que
hacemos alto por última vez, ¿no vendría permitir
a los soldados de nuestras escoltas que fraternizasen?
-lba a proponéroslo querid
Volvióse hacia su destacamento, y gritó:
bot !
Un jinete se destacó del grupo y se acercó.
Aquí tenéis—explicó Lansay-—a un escudero del
señor de Cháteaubriant.
El tal
parecía
Turbot, un mocetón gordo como un tonel,
eir constantemente con su bocaza que le
llegaba de oreja a oreja
Debía háber sido concebido por la naturaleza en
día de hilaridad.
Cuando abría aquella boca para hablar o j
parecía que se le iba a poder ver hasta el fondo del
estómago.
Era lo bastante grande para
trompetas ala vez y arrancar de ellas simultáneam
dos sonidos distintos. Por esto llevaba siempre ur
ritirle embocar dos
de estos instrumentos en bandolera; y no era ésta la
menor de sus extravagancias.
—Turbot-—continuó el caballero-——, llévate tus hom
bres adonde están los del teniente, y vaciad vuestra
cantimploras, puesto que os las llenarán en el castil]
—Esto ¡nos será tanto más agradable -respondió
Turbot—cuanto que veo en el grupo caras conocidas.
Turbot había estado en Marignan, como otro
muchos. Todos los que habían hecho ampaña de
Italia se conocían poco o mucho.
La orden fué ejecutada rápidamente.
de Mérovic dispensar
recién llegados.
e ¡Este Turbot !... >lempre tan
j
— ¡Y a no hay ho nbre como el
I OS oldados
n una acogida cordial a los