LAA E NOR ETA
— ¡Ninguno !—respondió el conde—. ¡Ay! querido
Temerario—, así llamaban a Fleuranges—, ¡se ha gas-
tado mucho dinero en esta propaganda, que debía de
haberse hecho más inteligentemente !...
—¿Y cómo la hubiérais hecho vos, querido conde?
—¿Yo?
cn y VOB 10
—Es ya un poco tarde para decirlo.
—De todos modos...
—Pues bien, yo no hubiera encargado a Bonnivet
de las negociaciones.
—¿Por qué?
—El almirante no es lo bastante serio para poder
Mevar a buen término un asunto como este.
—;¡Quejaos del almirante !—exclamó el Temerario—;
ha salvado mucho dinero, y eso ya es algo...
—L.o que hacía falta no era salvarlo, sino gastarlo
oportunamente.
-—¿Oportunamente?—interrogó Fleuranges.
—Sí—, respondió el conde de Dreux—. Á unos se
les ha dado demasiado, y a otros poco.
—¡Bah! ¡de todos modos, siempre hubiera habido
descontentos !
—Ahora; por lo menos, hay uno, y esto nadie lo
pondrá en duda.
—¿Quién?
—¡El rey de Francia!
—£l dijo: «Quiero que al margrave Joaquín de
Brandembourg se le dé cuanto hay que dar». ¡Pero
no era con él solamente con el que había que hacer
eso, era con toda la Dieta!
—El rey no tiene suerte ahora—, continuó el conde
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