he
—Y tú, ¿qué piensas hacer?—preguntó impa-
ciente el doctor.
—Yo me voy.
—¿Qué dices?
—Que me voy esta mañana. Mi saco de viaje
ya está preparado.
—¿Cuándo vuelves?
-——Esta noche, Pero, por Dios, que no se en-
lere nadie.
——¡Oh, comprendo! ¿Quieres pescar a Bengt?
Cuando él te crea lejos resultará que estás bien
cerca de él para observarle.
—Exacto. A las once estoy aquí de regreso.
Ten cuidado para que yo pueda entrar sin ser
visto. La ventana de tu cuarto da al parque. No
debe haber luz en ella a esa hora; pero es me-
nester que estés despierto y que observes cuan-
to ocurra. No dejes de tener a mano una cuer-
da. Lo demás, corre de mi cuenta.
—Haré todo cuanto me indiques—contestó
el doctor—. Tengo mucha curiosidad por saber
el resultado de tu conversación con la señora
Hjelm.
—No resultó nada de particular.
—¿Tiene algo que ver con el drama? ;
-—Ya veremos. De todas maneras he conse-
106