Bengt titubeó algo, y luego contestó :
— Claro está que a mi padre le he dicho mi
opinión. Pero, por mi parte, no he hecho más
que una oposición delicada y gentlemanlile.
Por la palabra gentleman tenía Bengt una
gran predilección, y la empleaba aunque no vi-
niese al caso.
Krag continuó, sin darse por entehdido:
—Desde el punto de vista exclusivamente fi-
nanciero, sería una ventaja para usted que esta
boda no se realizase. El heredero...
Bengt se levantó muy serio y se fué, con un
gesto que parecía decir:
—¡Jesús, que tío más bruto!
En ese instante el médico soltó una carcaja-
da, sin duda por alguna historieta que le conta-
ría Aakerholm de sus hazañas en las praderías
entre indios, manadas de búfalos y caballos
salvajes.
—No miento—decía el anciano—: apunté a
su ojo izquierdo y le dí en la misma pupila, y
a una distancia de doscientos pies.
Krag se acercó al grupo y preguntó con ama-
bilidad :
—Usted perdone. ¿Fué con revólver?
Al señor Aakerholm le dió mucha risa y dijo:
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