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LAS TRES HABITACIONES
Los señores penetraron en la primera habi-
tación. No tenía nada de particular. No se re-
flejaba en ella más que el gusto muy original de
su amo. De las paredes colgaban muchas ar-
mas de diferentes clases, especialmente escope-
tas y pistolas.
La segunda habitación estaba amueblada por
el mismo estilo.
—Aquí no hay nada que ocultar—dijo el
doctor.
—En estas habitaciones ha habido ya tam-
bién otras personas—manifestó Bengi—. Mi pa-
dre tuvo mucho tiempo un criado sordo y mudo
que dormía en la primera.
Krag estaba en aquel mismo instante girando
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