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—A examinar el sitio donde el cocinero halló
el cadáver.
—¿Es eso necesario?
—Absolutamente. Los facultativos, en casos
intrincados como éste, necesitamos averiguar
todo lo averiguable para conseguir claridad en
las COSsas.
Krag cerró las puertas. Salió el último de las
tres habitaciones.
—Llame usted al cocinero y a un par de
hombres más. Tenemos que llevar luz.
Krag estaba decidido a dirigirlo todo según
su criterio. Hacía caso omiso de Bengl y de sus
observaciones. Se metió las llaves del difunto,
sin más ni más, en su bolsillo, aunque Bengl
reclamó su derecho a tenerlas.
El médico observaba con alegría cómo crecía
por momentos el interés del detective. Este des-
conocía lo que significaba cansancio, y no cabe
duda que perseguía una pista. ll médico ¡igno-
raba en absoluto cuál sería ésta.
Mientras, fueron llegando con antorchas el
cocinero, el mozo de cuadra y un par de cria-
dog más.
Krag desapareció un instante a su cuarto y
regresó con su linterna de policía. Era ésta una
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