Full text: Los raptores de joyas

di 
contraba en la trastienda, se halló allí ya, con gran 
sorpresa suya, a Fischer y al inspector Muschall, 
fiel compañero del comisario, los cuales habían 
acudido allí también en bicicleta. 
—Hemos asistido a una magnífica representa- 
ción teatral—comenzó diciendo el señor Falk—, 
Hace próximamente media hora que entró en mi 
tienda un joven elegantemente vestido, pidiendo 
le enseñara sortijas de brillantes... Aleccionado 
por los muchos escamoteos ocurridos en los últi- 
mos días, examiné de alto abajo al cliente, y a 
pesar de, o acaso por parecerme persona distin- 
guida, resolví no perderle un momento de vista... 
He de advertir, para orientarles, caballeros, que 
acostumbro a presentar las sortijas en almohadillas 
de terciopelo, las cuales tienen pequeñas hende- 
duras para colocar en cada almohadilla treinta 
sortijas. En cuanto se vende una de éstas, al pun- 
lo es reemplazada por otra... Así se hizo hace un 
momento... Mi cliente cogió en la mano diferen- 
tes sortijas; examinó con una lupa que traía con- 
sigo la calidad de las piedras y el engaste y me 
dirigió varias preguntas, que delataban al espe- 
cializado en joyas. Con todo, no dejé un instante 
de poner el mayor cuidado, y las sortijas sacadas 
volvía a colocarlas inmediatamente en sus luga- 
res respectivos, sin perderlas de vista mientras él 
las tenía en la mano... De pronto noté que me 
faltaba una sortija, por cierto, la más valiosa de 
toda la colección. Me quedé mirando cara a cara 
al cliente; pero éste no se inmutó ni mostró el 
más leve desasosiego... Alterado yo, examiné de 
nuevo mis sortijas, las conté en alta voz, y mi 
cliente no se dió por enterado en absoluto... Por 
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