me ha dado el encargo de esclarecer el misterioso
asunto de los robos. A fin de evitar el escándalo,
el señor director no quería dar parte a la Policía
por el pronto...
—¡Esa tampoco había de cazar al ladrón !—in-
terrumpió Giesebrecht.
—No afirmaría sin más otro tanto—objetó Lutz
tranquilo—. Como quiera que ello sea, he acep-
tado el encargo y haré los posibles por ayudarle
a recuperar su pipa... Mas tenga la bondad de
contestarme algunas preguntas.
—A su disposición, señor doctor. Sabe usted,
dicho para entre nosotros..., la cosa no vale la
pena. Me compré esa pipa en Blimuhs (quiso de-
cir, sin duda, Plymouth) hace unos años, durante
un viaje que hice con Cook, y siempre me pesó ha-
ber gastado en ella cuarenta chelines... Por este
dinero podíamos haber ido mi señora y yo a la
Kónigliche Oper (teatro Real) de Berlín dos ve-
ces... Lo que a mí me ha sacado de mis casillas
ha sido el que precisamente en un hotel de prime-
ra, y de mi cuarto, me hayan robado la pipa...
¡En el balneario de Nauheim, adonde he acudido
buscando la salud, y en el hotel, me despojan, 1le-
rándome veintidós marcos de pensión por persona,
sin contar otros muchos gastos que me carga el
balneario que de nada me aprovecha. Si yo me hu-
biese aposentado en una casa de viajeros, donde
ofrecen pensión y todo lo demás por seis marcos,
no habría tomado tan a pecho el robo. ¡Pero aquí,
en un hotel de primera!... Esto, señor doctor, me
ha enfurecido sobremanera.
—Perfectamente, señor Giesebrecht. Pero aquí
137