Full text: Los raptores de joyas

dije—. En tu explicación de los robos echo de 
menos un detalle. ¿Cómo nos aclaras el hecho de 
que el alfiler de brillantes del señor Steinlechner 
haya podido ser robado de una habitación cuyas 
puertas y ventanas, como se ha probado, estaban 
bien cerradas? 
—¡Bravo!-—exclamó Lutz, sonriente—. Comien- 
zas, en efecto, a observar lógicamente... Tienes ra- 
Zón. Semejante dato me dejó a mí mismo un tan- 
to confuso... Pero la explicación es muy sencilla... 
El señor Steinlechner estaba firme en su idea de 
haber cerrado la ventana. Y, en realidad, cerró las 
vidrieras grandes; pero se olvidó de cerciorarse 
de si los montantes se hallaban también cerrados. 
Estos no lo estaban como era debido y, con el fuer- 
le viento que siempre precede a la tormenta, se 
abrieron, de manera que por ellas encontró el pe- 
queño mono suficiente hueco para entrar en 
la habitación... Claro está que hube de creer al 
señor Steinlechner cuando afirmaba de manera 
resuelta que había dejado bien cerradas las puer- 
tas y las ventanas; pero, no pudiendo encontrar 
una explicación racional de cómo el mono había 
entrado en el cuarto, he preguntado antes sobre 
el particular a la doncella del piso segundo. Des- 
pués de la inspección efectuada en la habitación 
del hotel Splendid, no me quedó duda de que el 
ladrón misterioso sólo podía ser un mono o un 
animal frugívoro por el estilo—llamo tu aten- 
ción sobre el montoncito de basura allí encontra- 
do—, y no tardé luego en hallar la aclaración, o 
mejor, la confirmación. 
Al estallar de repente la tormenta, la doncella 
fué de cuarto en cuarto, para cerrar las ventanas 
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