uaró también las dos habitaciones contiguas de la
derecha y la izquierda. Que la señorita ésta te en-
señe dónde está la cocina, y busca allí, a ver si
“puedes hallar la avería. Pero que te conduzcas de
manera decente, ya que te dejo solo con la joven...
Y usted, señorita, si encuentra por ahí una bote-
lla de cerveza que no esté precisamente vacía, pue-
de traérmela, y tenga por seguro que no me he de
enfadar por eso...
A continuación, el instalador se quitó la blusa,
la tiró a una silla que tenía cerca de él y, sin pre-
ocuparse más de la pareja, comenzó a trabajar en
el aparato de la luz con unas tenazas.
El más joven recogió unas cuantas herramien-
tas de la caja que al lado suyo estaba en el suelo,
“abrió luego la puerta, haciendo con la mayor ga-
lantería que la doncella pasase delante, y se fué con
ella a la cocina, que estaba situada en la parte pos-
terior de la casa. Ya allí, las risas y el cuchicheo
decían bien a las claras que, sin descuidar su tra-
bajo, le quedaba tiempo suficiente para entretener
con su conversación a la cocinera y a la doncella.
El de más édad, entre tanto, había cargado con
el rollo de alambre, y con unas tenazas y una pa-
lanqueta grande se había dirigido a la habitación
del balcón. No le desagradó en absoluto el que su
compañero y la doncella del dentista le dejaran
tranquilo sin molestarle.
Mientras en el piso alto se desarrollaba el en-
treacto que acabamos de referir, permanecían sen-
tados en el despacho de Voss éste, Norrland, Ring-
sledt y Nystróm, esperando con paciencia, si bien
muy anhelantes, el regreso de Lutz y su auxiliar.
La tranquila seguridad del detective dió por re-
sultado que todos los testigos del extraño suceso
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