Full text: Los raptores de joyas

dos en común, con lo que aquellos señores pudie- 
ron formarse mejor idea de la inventiva del de- 
lective. 
Habría lranscurrido en esto media hora escasa, 
cuando, de pronto, se oyó que fuera se abría la 
puerta del jardín. 
Voss corrió al balcón, y, puesto detrás de la cor- 
tina, pudo ver que el doctor Jellinek entraba en la 
casa, atravesando el jardín a paso ligero. 
—Señor inspector—manifestó el cónsul, vol- 
viéndose hacia sus visilanles—, esté usted prepa- 
rado; pues creo que el doctor Lutz va a necesitar 
pronto sus servicios. 
El inspector también se levantó y cogió el som- 
brero y el bastón de nudos; pero transcurrió otro 
cuarlo de hora sin que ocurriera nada digno de 
mención. 
De pronto sonó la cumpanilla en el pasillo, 
Voss salió corriendo, y a poco volvió a presen- 
tarse en el despacho con el instalador más joven, 
el mismo que poco antes hiciera la corte a la don- 
cella del dentista. 
Al entrar los dos, el inspector de Seguridad vol- 
vió a levantarse con rapidez de su asiento, excla- 
mando: 
¡Hola, señor Roderich! ¿Qué disfraz es ése? 
Roderich saludó al inspector muy sosegado y 
dijo: 
Señor Muschall, Lutz le llama. El está aquí 
encima, en el piso alto. ¿Tiene usted la bondad de 
subir? 
—Si-——epuso el inspector, echando mano al bol- 
sillo de la chaqueta. 
—(¿Serán necesarias las esposas?-—interrogó, 
mostrando un par de cadenas de acero. 
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