Full text: Los raptores de joyas

Nystróm, la de no conceder plena confianza a tal 
sujeto, pues si él hubiese conocido el escondrijo 
de sus documentos en su domicilio de Ysenburg, 
no se habría representado la comedia de hoy, por- 
que le habrían sido robados los documentos de su 
domicilio. 
Pero eso no habría sido tan fácil y expedito, 
Se olvida usted de mi perro. 
—¡Bah!...—objetó Lutz—. ¿Qué representa un 
perro? Gon medio gramo de estricnina metido en 
un trozo de carne queda anulado cualquier perro... 
—Mi perro no admite comida de ningún ex- 
traño. 
¿Es macho su perro? 
—SÍ. 
—En ese caso, el ladrón sólo necesita llevar en 
su ropa el viento de una perra en celo, y verá us- 
ted cómo le sigue confiadamente al ladrón su pe- 
rro—Lutz se rió—. No; el perro no le habría ser- 
vido a usted de gran cosa. Como dije, fué mucho 
más prudente no descubrir al famoso señor Taus- 
sig el escondrijo de sus documentos. A mi me 
olió mal la conducta de éste, al sentirse ofendido 
porque no se le declaraba el lugar en que los pa- 
peles se hallaban escondidos; sobre todo, me dió 
que pensar el hecho de dejar de servirle a usted 
voluntariamente el día en que había de firmarse 
el contrato; fíjese bien, el día, justamente, en que 
se comete el robo, preparado bien y con mucha 
anterioridad. 
Pero vengamos a los sucesos de hoy. Antes de 
inspeccionar yo aquí los diferentes lugares, esta- 
ba seguro de que el autor del robo había tenido 
cómplices. En primer término, estaba él bien in- 
formado de que había de tener lugar la firma del 
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