Full text: Los raptores de joyas

¿Cuántos bocks se ha tirado al coleto esta tarde? 
—¿Bocks?... Señor comisario: los de nuestra 
estirpe no se rebajan a beber cerveza; ésa sólo es 
para los plebeyos... Sólo me he bebido dos bote- 
llas de vino... con tres pastas de comino y dos de 
mortagón... 
—¿Nada más? Bastante ha sido. 
—De haber sabido que le iba a encontrar a us- 
ted aquí, me habría bebido un par de ellas más, 
pues en cuanto le veo a usted, sé de fijo que, por 
una buena temporada, no vuelve a pasar por de- 
bajo de mis narices otra cosa que agua. 
—¿Entonces sabe usted ya cuál es el objeto de 
mi presencia aquí?... 
—¡Cómo no!—manifestó el chauffeur—. Se ne- 
cesita ser poco listo para saber que me espera 
otra vez el cuartón... 
—Precisamente—le respondió el comisario—. Y 
sin duda, ¿sabe usted por qué?... 
—Déjelo para otra vez, señor comisario—dijo, 
rehuyendo, el chau/ffeur—; no lo quiero saber. 
No es la primera vez que me encierran..., y ja- 
más he sabido el por qué... El juez me lo ha te- 
nido que decir siempre después... También esta 
vez me lo dirán con bastante tiempo... 
—Es usted hombre razonable, Peschke—opinó 
el comisario, reconocido—. En recompensa, podrá 
ver pronto a sus compañeros Fandl y Gruber. En- 
tonces puede darles usted las gracias, pues si no 
hubiese sido por ellos, todavía le estaríamos bus- 
cando a usted... 
Peschke guiñó el ojo izquierdo, y, desconfiado, 
miró de reojo al comisario: 
—¿Qué me dice? ¿Ha atrapado usted también 
ya a Fandl y a Gruber? 
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