O
EL CORAZÓN SECUESTRADO
—- Jamás... y no quiero saber nada
de ello.
—Héctor, ¡qué tonto eres! ¡chi-
quillo mío!... No es posible hablar
seriamente contigo... Hay cosas que
es preciso que sepas, a menos de ser
un borriquito.
— ¡Gracias!
—El hechizo figura en la histo-
ria de Francia... y los descubrimien-
tos modernos nos acaban de probar
que no se trata de cosas fantásticas...
Cuando se quería hechizar a una
persona, se cogía una pequeña esta-
tua de cera que se pareciese todo lo
posible a la persona que se quería
hacer desaparecer...
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