GASTÓN LEROUX
luz del amanecer, con su pechera
blanca, y su cara pálida, sus ojos
extraordinariamente descoloridos,
pero cuya expresión no era posible
olvidar una vez que se hubiese uno
encontrado con aquella mirada toda
llena de inteligencia.
Desde aquel día, la imagen del
doctor Thurel no me ha abandona-
do jamás... ¡Iraía tantas cosas
nuevas para mí, al umbral de aquel
oscuro drama en el cual empezaba
a luchar... tanta luz, además!...
Claro que no me quedé deslumbra-
do en seguida... Pero desde el pri-
mer instante me sentí conmovido
hasta el fondo de mis tinieblas.
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