NON
EL CORAZÓN SECUESTRADO
bras pronunciadas por Cordelia, en-
tre sus dos sueños, mi pensamiento
daba vueltas y vueltas sin cesar:
«¿Por qué no te has acostado al re-
tirarnos? ¿Qué,—me preguntaba con
un sordo rencor contra mi imagina-
cion vacilante y estúpida,—qué hay
de angustioso en ello? Cordelia ha
soñado que ha dado un paseo con-
tigo por el parque, esta noche... He
ahí todo». ¡Sin duda! ¡Sin duda
alguna!... Lástima que el doctor
Thurel. no estuviese despierto...
Tengo necesidad de hablarle...
Le han alojado en el ala izquier-
da del castillo... Veo unas ventanas
con las persianas cerradas. Verda-
163