GASTÓN LEROUX
llas palabras, aquel impulso singular
de una muchacha hacia aquel que
ya es todo para ella, aquella emo-
ción temblorosa y reconocida, espe-
raba de seguro encontrarlos algún
día en mi querida Cordelia, pero
no después de las horas que aca á-
bamos de pasar.
A decir verdad, me sorprendió
aquello más allá de toda expresión...
El paseo que dimos, la conversa-
ción que tuvimos mientras almorzá-
bamos, el dulce abandono con que
me confió, apoyada en mi pecho, sus
proyectos para el porvenir y hasta
sus ideas propias relativas a la edu-
cación de los niños, todo ello no
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