GASTÓN LEROUX
mundo para la felicidad del marido
que hubiese hecho la suya. Yo os
lo aseguro: no era preciso ser águila
para conseguir aquella dicha. Era
preciso solamente ser un hombre sen-
cillo y bueno, por lo menos así lo
creo todavía, y no creo que se mec
demuestre lo contrario. Yo me en-
tiendo. Se trataba también de amar-
la. ¿Y quién la ha amado más que
yo? ¿Y quién ha sido amado de ella
más que yo? ¿El ladrón? ¡Oh,
Dios mío!... Decidme vosotros, los
que lo sabéis todo, ¿la paloma
que se quedó fascinada, amó al
gavilán que encontró en el camino
del nido?...