EL CORAZÓN SECUESTRADO
quería contrariar su voluntad, sobre
todo después de su muerte.
Mi tío, en aquellas crueles: cir-
cunstancias, se portó conmigo de un
modo excelente. Se ocupó de todos
mis asuntos, y no tuve que preo-
cuparme de nada, aunque mis pa-
dres me hubiesen dejado una gran
fortuna.
Me preguntó si quería continuar
los negocios de mi padre, y le con-
testé que no hubiera dejado de ha-
cerlo si hubiese sido preciso, pero
que siendo suficientemente rico para
hacer la felicidad de Cordelia y la
mía, había decidido vivir lo mejor
posible de mis rentas. Replicó que
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