GASTÓN LEROUX
¿¡ue un bloque de piedra entre mis
insaciables brazos?
Ante la idea que fuese posible
una sugestión tan diabólica, un fu-
tor inmenso se apoderó de m1 cuer-
po, y me sentí capaz de un crimen
contra el responsable de aquella su-
gestión, contra el miserable que me
hacía sufrir mil muertes, sin contar
el horrible redículo que iba unido a
una situación marital tan extraord1-
naria como la mía. De esto último
me daba también cuenta perfecta, y
no dejaba de extraer de aquel sentr-
miento un espíritu de venganza que
acabó de enloquecerme.
Y tanto es así, que no pudiendo
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