EL CORAZÓN SECUESTRADO
a recitarle versos. ¡Qué come-
diante!...
De repente sentóse de nuevo, se
inclinó hacia un lado, y dobló el
brazo como si le rodease el talle.
Era más de lo que podía sopor-
tar. Me decidía a poner fin a aque-
lla siniestra comedia, cuando un
nuevo espectáculo me clavó en mi
sitio... En aquel momento la veía a
ella.
Oídlo bien y comprendedme bien.
Yo escribo estas páginas para en-
señanza de todos, para descargar mi
conciencia y llegar a ver, todo lo
zlaro posible, en el fondo de esta
terrible historia, y por lo mismo no
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