GASTÓN LEROUX
con su pañuelo, con un gesto ado-
rable.
Yo no sabía lo que hacía. Sus
labios me sonreían. Su perfume
acabó de embriagarme; olvidé todos
mis propósitos, y la estreché fuerte-
mente entre mis brazos, como era
mi derecho.
¡Oh, milagro! ¡no se durmió!..,