EL CORAZÓN SECUESTRADO
trarnwe en el muelle de los Schiavoni
no pude retener una exclamación:
«¡A! ¡Otra vez ese endiablado po-
lígono!... ¡ Y sin embargo, en Vene-
cia, estamos bien lejos de Patrick!...
Apenas había acabado de pro-
nunciar estas palabras, cuando oí
una voz a mi espalda, que decía:
«Se equivoca usted: Patrick se en-
cuentra aquí. »