GASTÓN LEROUX
ciente. ¡Espantoso! ¡insoportable
pensamiento!
Tan trágicas reflexiones no acu-
dían a mí, como podéis suponer, sólo
por la deducción sacada de la rápida
escena de aquella mañana con Cor-
delia, sino también por el repentino
recuerdo de algunas otras pequeñas !
escenas de aquel mismo género que o
tuvieron lugar desde nuestra llegada ]
a Venecia, que me habían im- >
presionado menos porque eran
menos importantes, pero que en-
tonces adquirían toda su signi
ficación. Por último, lo que me ha-
cía subir de cuatro en cuatro los esca-
lones que me conducían a la habita-
302