EL CORAZÓN SECUESTRADO
voz de su garganta no era necesaria.
¡En aquel momento le hablaba cier-
tamente con la voz del alma!
Y, seguramente, Cordelia le con-
testaba... pues no hay que creer que
yo asistiese, en aquella famosa y
horrible sesión, a un monólogo.
¡Ay! ¡lejos de ello! Hasta cuando
Patrick empleaba su voz natural ha-
bía silencios que seguramente esta-
ban llenos por las contestaciones de
Cordelia. Las palabras de Patrick
que les seguían eran la prueba de
ello. Yo estaba casi al corriente de
lo que pasaba, pero en aquel mo-
mento hablaban en silencio. ¿Qué
se decían? ¿Qué es decían? ¿Por
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