EL CORAZÓN SECUESTRADO
un hombre que miraba la casa ce-
rrada. Me dijeron que aquel hom-
bre era un pintor inglés que la gente
del país tenía por medio loco; ¿no
será el mismo que ha enviado hoy
el retrato de tu ama?
Pero Surdon, testarudo, se
marchó, diciendo de nuevo esta
frase que me horripilaba!
—i¡Ya le he dicho al señor que
todo eso son tonterías!...
Me sentía furioso y atolandrado.
Era Surdon quien tenía razón.
Era aquel un día en que no debía
preocuparme nada más que de mi
felicidad, y me entretenía en inte-
rrogar y escudriñar, cerca de un
SI