G. DE LA FOUCHARDIERE
marchen?... Vivimos bajo el terror, bajo la tiranía,
peor que bajo el antiguo régimen... Un honrado co-
merciante no tiene ni siquiera derecho de ganar el
pan con el sudor de su frente.
—Comprendido, comprendido — dijo Buif —.
¿Alguna nueva multa que le han puesto?
—Eso es—contestó el tabernero con amargu-
ra—. ¡Si sólo fueran multasl... ¿Sabe lo que han
inventado ahora?
—Dígamelo, y lo sabré.
—Pues el alcalde de Maisons-Laffitte ha dado
orden de que todas las tabernas estén cerradas a
las once de la noche, y los gendarmes no se an-
dan con contemplaciones: pasan las noches en la
carretera para ver si me pueden pescar en falta...
Tengo centinelas.
—¿Pero es posible que el alcalde sea tan mal
sujeto?
—Es el otro el que lo hace todo... Ese pájaro,
que es peor que el cólera.
Buif preguntó intrigado:
—¿Quién es el otro?
—¡Quién ha de ser! El suplente, el doctor Bou-
don, el Padre la Virtud.
—Entonces no me sorprende nada—dijo Buif—.
Jamás he podido tragar a ese hombre. Aunque a mí
nada me ha hecho, o casi nada.
—«¿Sabe usted todo lo que ha imaginado ese
animal, especialmente contra mí, a pretexto de mo-
ral y de orden público?.... Aseguraba que todas las