20 6. DE La FOUCHARDIBRE
prefería a los guardias parisienses, a los que trata-
ba de guindillas y otros remoquetes parecidos. Los
gendarmes hacen numerosas preguntas más o me-
nos indirectas y Buif tenía ideas muy estrictas so -
bre el secreto profesional, es decir, sobre el secre-
to de las cosas relacionadas con su profesión. Esto,
como se verá, constituía un tema de conversación
sobre el cual no le gustaba detenerse. Golpeó sua-
vemente en las espaldas del mozo y dijo:
—Bueno, Wilson; yo tengo una cita urgente con
un alto funcionario... Tendré que dejarte y tú te
encargarás de poner la mercancía entre las manos
de los gendarmes, que ya no deben tardar. ¿Sa-
brás explicarte, eh?
Durante un minuto consideró a Wilson con una
mirada llena de indulgencia.
—Eres un zoquete y hablas el francés como un
guindilla español..., pero para tratar con los gendar-
mes no hace falta más.
Y Bicard se alejó majestuosamente, llenando su
propia pipa con el tabaco que, cinco minutos an-
tes, creía el mozo de cuadra haber metido en su
bolsillo.
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