248 G. DE LA FOUCHARDIERE
—Yo soy—dijo Buif-—el criminal inocente que
ha.estado en la cárcel de Versalles hasta que se
demostró mi inocencia. El señor barón debe recor-
dar que me envió una indemnización para com-
pensarme de mis sufrimientos.
—Una obra buena siempre tiene su recompen-
sa—dijo Lafrita—. Este buen hombre ha visto las
alhajas en cuestión en las manos de un individuo,
del que, desgraciadamente, ignora el nombre y la
dirección...
—¡Cómo!—exclamó Buif—. Si yo...
—Del que ignora el nombre y la dirección —re-
pitió Lafrita con energía—. A este buen hombre se
le ocurrió la excelente idea de atraer al individuo
que poseía las alhajas, cuyo interés es enorme
para las diligencias judiciales. Le propuso com-
prárselas y, al efecto, le ha citado en su propio do-
micilio a una hora determinada. Así, pues, no será
difícil detenerle, si es que usted...
—¿Y por qué no se dirigen ustedes a*la Comi-
saría del distrito?... Allí pondrán a su disposición
los agentes necesarios,
—Caballero—contestó Lafrita—, nosotros he-
mos supuesto que el asunto era lo bastante im-
portante, y, sobre todo, que le interesa tan directa-
mente, para que se ocupe usted personalmente.
Usted tiene influencia para poner en movimiento la
policía... y creo que un inspector está más indicado
que un agente para...
—¡Oh!—dijo Buif—. Un inspector. o un agente,