CAPITULO XI
EPÍLOGO
E: lector no deseará conocer las emocionantes
páginas que el jefe de la Sección de «Críme-
nes y Sátiros» de El Gran Diario, señor Bidasse,
consagró al golpe de teatro final del crimen de
Maisons -Laffitte. El lector ha leido con harta fre-
cuencia el cliché sobre «el criminal que se hace
justicia a sí mismo», y no quiero infligirle su lec-
tura una vez más.
Que le baste saber que Lafrita y Buif se distri-
buyeron los veinte mil francos de premio ofrecidos
por el barón de Ripolin. ¡Bien ganados los tenían!
Lafrita fundó con su parte esa ilustre Escuela de
Detectives Privados, que es el vivero que prepara
do los Sherlock Holmes del porvenir, y la prosperidad
j de esta institución le permitió abandonar la ruda
carrera de repórter,
Cuanto a Buif, reconciliado con su mujer por
tiempo indeterminado, ha comprado una pequeña