Full text: El crimen de Buif

44 G. DE LA FOUCHARDIERE 
go su imaginación para ofrecer un suceso sensa: 
cional a sus lectores. El plato del día era obligato- 
rio en el menú del periódico. 
Claro está que el señor Bidasse no realizaba 
solo este trabajo. Había contratado una docena de 
pobres diablos, reporters sin empleo, que recorrían 
sin descanso París y sus alrededores, y que eran 
el terror de los comisarios de policía. El señor Bi.- 
dasse les retribuía generosamente con 150 francos 
mensuales. 
Los artículos iban idefectiblemente firmados con 
un nombre conocido: <M. Lecoq», aunque estaban 
escritos por obscuros reporters; pero el señor Bi- 
dasse les ponía la salsa, que era su especialidad. 
El señor Bidasse estaba en su despacho cuando 
jlegó Lafrita a El Gran Diario. Lafrita estaba en- 
cantado del día. Guardaba en sus bolsillos una pre- 
ciosa pieza de convicción que, ciertamente, hubiera 
sido deber suyo llevar al juez instructor; pero éste 
le había recibido tan mal, que Lafrita decidió, según 
la fórmula del mismo fiscal, ejercer su oficio sin 
preocuparse de ayudar a los magistrados en el des- 
empeño del suyo. 
Así, pues, dejó que la instrucción se orientara 
comu pudiera, y decidió emprender averiguaciones 
por cuenta propia. De esta manera, cuando hubie- 
ra adquirido una certidumbre y determinado la 
verdadera identidad de la víctima, daría un golpe 
de teatro y, con un artículo sensacional, revelaría 
su talento de escritor y su genio de policía. Toda 
PS 
narración
	        
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