Full text: El crimen de Buif

EL CRIMEN DE BUIF 63 
vil que casualmente, al parecer, avanzó a su en- 
cuentro. 
—|¡De primera! Hacéis las cosas como es debi: 
do—dijo el criminal —. Habéis hecho arreglar el 
coche celular, desde la última vez que tuve el ho- 
nor de subir en él. Habéis puesto a los asientos 
muelles muy confortables. 
Buif se arrellanó en el asiento. 
—|Jamás había sentado mis nalgas en un som- 
mier tan confortable! No olviden de transmitir mis 
felicitaciones al prefecto... Pero, ahora que pienso, 
¿adónde vamos? 
—Ya lo sabrás cuando llegues. 
-—Está bien, está bien. No me acordaba que en 
los raptos en automóvil nunca se dice a la joven el 
lugar de su destino. 
Sucesivamente refirió a sus guardianes que su 
abuela había sido plumajera; que murió de indi- 
gestión por consumo exagerado de embutido, al 
que era muy aficionada la buena señora; que él 
prefería la mortadela con una buena botella de 
vino blanco; que jamás había bebido mejor vino 
blanco que en una taberna de Charonne que fre- 
cuentaba cuando era elector; que ahora no era 
elector y que estaba fichado por la policía. 
Tomaba aliento para referir una nueva serie de 
detalles biográficos, cuando se dió cuenta de que 
estaban entrando en Versalles, 
—¡Estupendo! ¿Y para qué me traen a Versalles? 
—Para alojarte en el palacio, probzblemente—
	        
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