Full text: El crimen de Buif

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£L CRIMEN DE BUIF 83 
Lafrita hizo un discreto gesto, significando que 
no quería averiguar los secretos del matrimonio. 
Pero su interlocutora continuó: 
—No es que quiera decir que es un mal hombre... 
Todo lo contrario. Tiene un corazón de oro y es 
incapaz de hacer daño a una mosca... Un día hasta 
me dijo que se debía prohibir a los jockeys que usa- 
ran espuelas y látigo, pues no era humanitario 
para los caballos... Para demostrar a usted su buen 
Corazón, le diré que, aunque estamos separados y 
Soy yo quien guarda a nuestro hijo, cuando dispo- 
ne de unas monedas me las envía en seguida, pues 
ño quiere que carezcamos de nada... Pero esto no 
quita que sea imposible vivir con él... 
Y contando con los dedos enumeró los defectos 
de Bicard. 
—Primero, no es que sea perezoso; es un rema- 
tado gandul. Yo le he visto comenzar su semana 
de trabajo un miércoles por la mañana, y darla por 
terminada el jueves a mediodía... ¡Qué rabia da 
esto cuando pienso que yo he de tirar todo el día 
de mi carrito cargado de hortalizas!... Segundo, 
Cuando entraba en la taberna no se sabía nunca 
Cuándo saldría, y lo peor no era que bebía, sino 
que el señor hablaba, el señor hacía de orador 
mientras yo esperaba hasta las tres de la mañana. 
Y tercero y último, cuando el señor se decidía a 
Meterse en la cama, no se dignaba darse cuenta 
que allí había una mujer. El señor estudiaba las 
Carreras y los caballos en París-Sport. 
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