Full text: La princesa del transiberiano

XII 
Después de una pausa, durante la que me besó 
apasionadamente, continuó Mizzi su relato—dijo 
Jonn, después de apurar una copita de licor y en- 
cender un cigarrillo—. Su relato emocionante, en 
el que palpitaba una gran sinceridad, una verdad 
absorbente, las palabras de Mizzi tenían toda la vi- 
bración de la lealtad más pura. Yo, entonces, tuve 
la sensación completa de que Mizzi no me mentía, 
no me ocultaba nada. Y me dijo: 
—Entré en aquella oficina, emocionada. Una sen- 
sación extraña me invadía reconcentrando toda mi 
sangre en el corazón; sentí que estaba pálida, ner- 
viosa, me flojeaban las piernas, sentí miedo. Me 
anuncié a un ordenanza y vino a mi encuentro aquel 
hombre que me había visitado en el hotel y que 
amablemente, me dijo: . 
—i¡Venga usted conmigo! 
Le seguí a través de unos pasillos; entramos en 
un gran despacho. Allí, había un hombre, vestido de 
uniforme, que me escudriñó de arriba a abajo y 
sonriendo ligeramente, exclamó: 
—¡Muy bella!... ¡Encantadora! ... Indudablemen- 
te, podrá usted prestar grandes servicios a la Pa- 
tria. 
Después me habló extensamente Jel alto concep- 
to del espionaje, que no era, como el vulgo cree,
	        
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