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XVI
—Al llegar a París—dijo John—instalé a Mizzi en
un hotel «de nuestra confianza», recomendándola a
todo el personal «como una cosa mía». Como llevaba
su pasaporte ruso, para nadie fué sospechosa; ade-
más, en seguida hablé con el prefecto de Policía y
di cuenta a la «oficina segunda del ministerio de la
Guerra», de mi adquisición; allí y en la «oficina cen-
tral de Informaciones». expliqué «la verdad», no omi-
tiendo mis antiguas relaciones con Mizzi y aseguran-
do que íbamos a obtener, por mediación suya, in-
formes preciosos. Inmediatamente y sin que fuesen
descubiertas sus maniobras, produciríamos en los Im-
perios centrales la confusión consiguiente por los fal-
sos informes que enviaríamos por medio de mi aman-
te. Minka y nuestra hija habían llegado a París, tam-
bién con el agente mío, y esperaban en la casa de mi
agente mis instrucciones. Hice que Minka y la niña
se trasladasen al hotel donde Mizzi estaba, y allí nos
reunimos todos, en una escena emocionante e inol-
vidable. Comenzamos una vida nueva. En aquel ho-
tel nada faltaba a Mizzi, Minka y la niña; iba yo a
visitar a Mizzi todo el tiempo que mi servicio me
dejaba libre. Ellas paseaban con la niña cuando yo
no estaba. Por precaución, no por mi, que tenía toda
la fe en Mizzi, sino para dar satisfacción sobre todo
a las autoridades francesas, a la «Segunda Oficina del