LA PRINCESA DEL TRANSIBERIANO 159
servicio de los Imperios centrales, durante la gue-
rra, complicadas en el espionaje, figuraba Mizzi, a
quien se llamó «La Vampiresa»; en el relato,. que el
autor del libro bajo un pseudónimo ocultaba, indu-
dablemente a uno de los jefes del espionaje alemán,
al describir la vida de Mizzi, había una gran laguna,
que el autor no conoció; es decir, la vida de Mizzi,
desde su nacimiento hasta el instante en que fué
«enrolada» en el servicio de espionaje austriaco, en
Viena; lo ignoraba en absoluto el autor del libro y
él había inventado una vida pintoresca y falsa, des-
lizándose, a grandes rasgos, sobre ella con un re-
lato fantástico y vulgar; decía que Mizzi, de baja
extracción, era una artista que, al estallar la gue-
rra, se encontraba en Viene y pidió voluntariamen-
te el ingreso en el servicio de espionaje «para tener
dinero»; después, sí, como ya en la oficinas centrales
de espionaje austriaco «constaban» los movimientos
de Mizzi, relataba, el autor, varias aventuras reali-
zadas en el servicio de espionaje, perfectamente
exactas y llegaba hasta el momento en que, en Gi-
nebra, trabajando en el Kursaal, con el nombre de
«Inés López», como bailarina española, me conoció
a mí, es decir, a «Willy Shell», según el libro decía,
«uno de los jefes principales del servicio de espiona-
je americano»; como el autor ignoraba todo lo que
entre nosotros había sucedido, decía ingenuamente
que ella había tratado de seducirme para utilizarme
en un «servicio» en favor de los Imperios centrales
y contaba nuestra excursión a Montreux donde, en
la intimidad del lecho, supo convencerme para que
yo la llevase a París; contaba, el autor, nuestro via-
je a París y allí, decía el autor, que ella, involunta-
riamente, se había enamorado de mí, con tal inten-
sidad, que «no solamente no consiguió arrancarme
noticias que a los Imperios centrales hubieran in-
teresado saber, sino que, cegada por su pasión, arras-
trada en la órbita de un enamoramiento morboso,