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268 ADELARDO FERNANDEZ ARIAS
hasta que no tuviese John la certidumbre, suponien-
do que existiera una posibilidad de que Eva no fuese
la hija de Mizzi, él debía de evitar «a costa de cual-
quier sacrificio» una entrevista con ella; y después
de pensar, reflexionar, creando hipótesis, eliminando
ideas y aceptando posibilidades, se formó un plan y
se durmió.
A la mañana siguiente, muy temprano, fué a visi-
tar al director de la agencia de detectives, donde ha-
bía encerrado la información de la personalidad de
Eva, y le dijo:
—He pensado que, en vez de realizarse las inves-
tigaciones en la forma convenida, se realicen de otra
manera; es decir, el agente que usted envíe a Euro-
pa va a hacer el viaje conmigo: hoy mismo vamos a
salir de Nueva York en el primer barco que Zzarpe
para Europa, y juntos haremos las investigaciones
necesarias; de esa manera todos los gastos necesa-
rios los iré yo sufragando, conforme se presenten
ante nosotros; me es muy urgente la averiguación de
todos los detalles que necesito, y no quiero esperar
aquí el resultado.
Convinieron la forma en que debía realizarse el
viaje, y en pocas horas quedó resuelto; tomó John
pasaje en un barco alemán que partía del puerto por
la tarde; obtuvo en los Consulados los visados co-
rrespondientes y envió dos telegramas: a Eva y a
míster O'Brien, diciéndoles que «un asunto urgentí-
simo le obligaba a emprender un precipitado viaje
a Europa, y en cartas que recibirían podrían leer de-
talladamente la explicación de lo ocurrido».
John, acompañado de Joy Clifton, el agente de la
oficina de detectives, que iba a Europa para averi-
guar todo lo referente a la personalidad de Eva, zarpó
de Nueva York con el espíritu pletórico de tristeza,
Cuando el barco salió del puerto y enfiló el mar li-
bre, una nostalgia infinita se apoderó de aquel hom-
bre, que amaba con locura a la mujer de que huía, y,
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