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270 ADELARDO FERNANDEZ ARIAS
comprendes bien el «porqué» de mi actitud; ahora
que he sembrado en ti la duda, esa duda horrible que
a mí me está torturando, aprobarás mi conducta y
«esperarás», como yo «espero»; hay entre los dos un
rayo muy lejano de esperanza; existe una probabili-
dad muy remota y, como una luz lejana, va marcán-
dome en la vida el camino de una posible felicidad.
¡Quién sabe si después de que yo, personalmente, en
unión de este detective que va a realizar conmigo to-
das las investigaciones necesarias «a fondo», me con-
venza de que mis sospechas han sido un exceso de
susceptibilidad y que, en efecto, tú no eres la hija
de Mizzi, a pesar de todas las coincidencias que te
hacen aparecer que lo eres! Entonces, Eva, nuestro
amor triunfará. ¡Y eso será lo más hermoso! Tú ve-
rás qué voluptuosidad más inmensa va a rodearnos
cuando, libres de las cadenas que un prejuicio fatal
nos ha ligado para retener el impulso de nuestros
sentimientos, podamos ir uno hacia el otro con toda
la libertad que una certidumbre nos dé. Comprende,
Eva, que «no hubiera sido posible» una felicidad ab-
soluta si entre tú y yo se hubiese levantado el espec-
tro de una duda, de una duda horrible, de una incer-
tidumbre monstruosa, de una sospecha feroz; y, en
cambio, después, ¡qué felices seremos! Hago esta pe-
regrinación dolorosa con la esperanza de que todas
mis dudas se desvanezcan; quisiera sugestionar a la
Fatalidad para que me presente, en ese camino eri-
zado de sorpresas y peligros, una explicación lógica
que nos ilumine el porvenir. Y ahora, Eva, tú sabrás
de mí diariamente; voy a cablegrafñarte, paso a paso,
el desarrollo de mis investigaciones. Contéstame, dime
lo que piensas de todo esto, dime que comprendes mi
actitud, mi conducta, mi manera de proceder, y «que
la apruebas»; y dime que «me amas», aunque «ya
lo sé»; pero quiero que me lo digas, como yo te lo he
dicho; porque si la Fatalidad quisiese que «el resul-
tado de mi investigación fuera adverso para nues-