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XXXIV
Después de haber planteado las primeras investi-
gaciones en Berlín, buscando el rastro del documen-
to que las autoridades alemanas habían expedido a
Eva como emigrada rusa, fueron John y el agente
Joy Clifton a Suiza. John tuvo una larga entrevista
con la vieja directora del «pensionado» donde Eva
se educó. La directora no pudo darle más datos con-
cretos que los que él ya sabía por Eva. Sin embargo,
John insistió mucho «para hacer recordar a la di-
rectora el tipo de las personas que habían llevado a
Wanda, siendo una niña, para ingresarla en el pen-
sionado». La directora, ¡claro!, no podía recordarlo
exactamente; llamó en su auxilio a la subdirectora,
y entre las dos mujeres fueron recordando la fisono-
mía de «aquellas personas que acompañaron a Wan-
da para dejarla en el «pensionado». John pudo com-
probar que la mujer, es decir, «la que la directora
creía que era la madre de Wanda, apenas habló, y
algunas frases pronunciadas por ella en alemán fue-
ron precisamente pronunciadas «en un mal alemán»,
en un alemón que «bien pudiera pronunciar una ex-
tranjera». Y haciendo un esfuerzo ¿e memoria, re-
cordó la directora que se había extrañado profun-
damente de dos extremos, que luego comentó con la
subdirectora». Primcro: que «la que ellos creían ma-
áre de la niña», al hablar con aquel hombre que «ellas
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