«MISS ATLANTICO» 108
le ama, o al revés? Yo conozco algunas mujeres que se
han enamorado perdidamente de un hombre, muchas ve-
ces sin saber por qué, porque el amor no razona, y aquel
hombre no solamente no las ama, sino que se sienten
molestos con el amor de aquella mujer, y ellas insisten
e insisten, Por eso un hombre y una mujer, cuando com-
prenden que, por desdicha, el amor nace en ellos, lo pri-
mero que deben hacer es sondear bien al objeto de su
amor, dejarlo en libertad; pero si se persuade, si se con-
vence de que la otra persona no le ama, no podrá amat-
la, es más bien refractaria al amor, entonces debe domi-
narse ese amor naciente, ese amor joven aún y ahogar-
lo, abortarlo, asesinarlo sin compasión, cruelmente, antes
de dejar que se desarrolle, porque luego ¡es tarde!, luego
es muy difícil, a veces, imposible, y de ahí las grandes
catástrofes de los sentimientos, ¿no le parece, gene ral?
—Estamos perfectamente de acuerdo, milady, perfecta-
mente de acuerdo, ¡Y como nosotros, los orientales, so-
mos tan intensos en todas nuestras pasiones, cuando uno
de nosotros amamos de verdad y estamos convencidos
de que amamos, ya no hay nada, ni nadie, que pueda
detenernos, ya somos capaces de todo, de todo, por nues-
tro amor; por eso, cuando el amor nace, cuando surge
€n nosotros, debemos examinar inmediatamente las con-
diciones en que ese amor ha nacido, y debemos, como
usted ha dicho muy bien, observar, escudriñar, inquirir,
preguntar, convencernos de si podremos ser correspon:
didos, ante todo, y en caso de que nuestro convencimien-
to nos lleve a la persuasión absoluta de no poder nunca
lograr una mutua correspondencia, entonces..., entonces
debemos alejarnos del objeto de nuestro amor; debe-
mos, como usted ha dicho muy bien, ahogar ese amot
a toda costa, a costa de nosotros mismos,
“Miss Atlántico”, silenciosamente y con una gran len-
titud, mirando lejos el panorama, como si no quisiera
Mirar al general, por temor a traicionar sus sentimien-
los, exclamó, con voz sorda: