“Miss Atlántico”? esperó con impaciencia la vuelta del
general, porque ya suponía que sus palabras y su esce-
na teatral habrían surtido los efectos que ella buscó.
Al principio, le había contrariado toda aquella campa-
ña de los periódicos revelando su presencia en San Fran-
cisco, pero luego comprendió que todo aquello había sido
cómplice involuntario de su plan, y esperó.
Sonó el teléfono de la salita que ocupaba, fué a él y
dijo:
—¡Hallow!... ¡Ah, míster Goldsmith! ¡Ya me figura-
ba!... ¡Estaba esperando!... Sí; he llegado de improvi-
so y quería sorprenderle. Si los periódicos no hubiesen
señalado mi presencia, puede usted estar seguro de que le
hubiera telefoneado; pero, en fin, ¡usted siempre tan gen-
tleman, me ha telefoneado a mí; eso está bien y se lo agra-
dezco! ¿Cómo?... No, no me visite en el hotel, porque,
al asaltarme, porque ha sido un verdadero asalto el de
los periodistas, he dado orden abajo de que no estoy para
nadie; pero yo iré a verle, si a usted le parece; nos en-
Contraremos mañana, porque hoy estoy muy cansada y
No saldré en todo el día... Mañana, a la hora del té, en
Golden-Gate Palace, ¿le parece bien? Bueno; pues en-
tonces, hasta mañana; no falte, ¿eh? Sea puntual, que