XV
“Miss Atlántico” se levantó tarde. Estuvo pensando
durante todo el día cómo habría de desarrollar su plan;
antes de embarcar tendría que darle “el golpe definitivo”
a aquel hombre, a aquel ser a quien ella tanto desprecia-
ba, Después consultó el reloj y, a la hora del té, se mar-
chó a Golden-Gate Palace, donde debía encontrarse con
míster Goldsmith.
Entró en el gran hall y ocupó una mesita.
A conveniente distancia, una orquesta de negros lan-
zaba las notas estridentes del jazs-band, con fox y char-
lestones frenéticos que la gente bailaba apretándose so-
bre la pista encerada en el centro de las mesas. “Miss
Atlántico” encendió un cigarrillo y esperó. Mister Golds-
mith se presentó inmediatamente,
—¿ Puntual?—dijo “Miss Atlántico” saludándole,
—Puntual, como siempre.
Mister Goldsmith se sentó frente a ella y, mirándo-
la sonriente, la dijo:
—Ya he leído... ¿Ve usted? ¡Si me hubiese hecho caso
en vez de dejarse fascinar por la palabrería de aquel de-
lincuente!...
_—Míster Goldsmith—contestó “Miss Atlántico” son-
nendo—, en la yida todo lo que nos sucede “debe” su-
cedernos.