156 ADELARDO FERNANDEZ ARIAS
la deja sola ni un momento; únicamente cuando está
conmigo está él tranquiio, porque de mí no tiene celos,
como es lógico, y ella me dará a mí el resguardo de la
propiedad de las acciones para que yo, en su nombre,
haga la operación y coloque el dinero en un Banco en su
cuenta corriente,
—Muy bien; entonces, yo le diré a mi makler que
esté a su disposición.
Mister Goldsmith escribió en un papel el nombre de
un makler conocidísimo en San Francisco, con las señas
de su oficina, y se lo entregó a “Miss Atlántico” .
Ella guardó los dos papelitos, bien doblados, en el bol-
sillo interior de su bolso, y después preguntó :
—Entonces, míster Goldsmith, ¿quedamos, en que nos
encontraremos en Honolulu?
—Sí, iremos a China; porque usted, con sus descrip-
ciones, me ha intrigado muchísimo y me ha hecho desear
con verdadera ansia ese viaje,
—No le va a pesar, mister Goldsmith; le aseguro que
no le va a pesar,
—¡No le digo que estoy deseando realizarlo! ¡Y cuan-
do leí en los periódicos “aquello del principe”, creí que
no lo realizaría.
—Pues yo pensé también entonces en que me hubiera
gustado hacer ese viaje y... Oigame usted ahora, “Miss
Atlántico”, con toda sinceridad, ¿por qué quiere usted
hacer ese viaje a China conmigo?
—Porque usted es un hombre cuya compañía me sa-
tisface, me agrada; es usted un hombre serio, un hombre
sereno, un hombre de experiencia en la vida que “no
pierde la línea” nunca y que no pierde esa tranquilidad y
ese dominio de sí mismo que, como hombre de negocios,
ha adquirdo; he visto en mi alrededor siempre hombres
de todas clases, pero hombres que al verme no piensan
más que en la plasticidad de mi figura; soy para ellos
“una cosa de carne”, y eso humilla mi amor propio de
mujer; usted, no; usted me ha tratado siempre con un