«MISS ATLANTICO» 157
afecto extraordinario, lejano, probablemente, del inmedia-
to interés material, aunque entre en sus cálculos tam-
bién la caricia sensual que supone la posesión de mi es-
tética de carne, No, no proteste, míster Goldsmith; si es
muy lógico, muy natural; porque yo no creo en la amis-
tad de los hombres y las mujeres, en la amistad pura,
esa amistad que los hombres y las mujeres se empeñan
siempre en proclamar, engañándose a sí mismos, cuando
empiezan unas relaciones y quieren hacerse creer mutua-
mente, sin que ellos lo crean en realidad, que pueden ser
amigos y camaradas “sin tocarse ni con el dedo la piel”;
eso es mentira; yo creo que un hombre y una mujer, por
el hecho de pertenecer a dos sexos contrarios, tienen for-
zosamente que terminar “como deben terminar”, es de-
cir, en la alcoba; pero hay muchos caminos que conducen
a la alcoba. La mayoría de los hombres saltan por todos
los obstáculos y quieren ir a la alcoba “derechos” antes
que nada; en cambio, otros hombres, como usted proba-
blemente, míster Goldsmith, sabiendo que la finalidad de
unas relaciones con una mujer como yo ha de ser la al-
coba, no tienen prisa por llegar allí y les parece muy
bien afirmarse, antes de abrir la puerta de la alcoba, con
una amistad y un afecto muy simpático, ¿es o no es así,
mister Goldsmith?
—Así es, “Miss Atlántico”, y no sabe usted lo mu-
cho que me satisface oírle a usted definir exactamente
mis verdaderos sentimientos.
—Pues ya ve usted, míster Goldsmith, que no en balde
la experiencia de mi vida me ha enseñado “muchas co- /
Sas”; por eso me agrada mucho su manera de ser, sus y
procedimientos, su personalidad, el dominio que usted
tiene de sí mismo y esa camaradería con que usted me
ha tratado desde el primer momento, demostrándome un
Interés, ¡claro está!, con una simpatía, como es lógico,
| muy apreciable; pero ocultando cuidadosamente el fon-
do sensual de sus sentimientos. Eso me agrada tanto, se
sale tanto fuera de lo vulgar, que es lo que me ha dé-