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ADELARDO PERNANDEZ ARIAS
senta cinco millones de dólares, por poca oscilación que
haya habido en Bolsa, siempre espero recabar una ga-
nancia de medio millón de dólares.
j —¿Es decir, que usted me entregará un cheque de
más de cinco millones de dólares? ¿No es así?
—Así es y así lo espero. ¡Ojalá le pueda entregar un
cheque mayor!
Efectivamente, aquella tarde, como la otra vez, se en-
contraron en el tea room del “Gate-Golden Palace” “Miss
Atlántico” y mister Goldsmith.
—Ya me ha dicho mi makler que su amiga ha hecho
Operaciones fantásticas; pero lo que no me había dicho
usted es que el “amigo” de su amiga era un chino,
—Si; hoy China está de moda. Además, ¿no es China
el país maravilloso donde las fortunas son incalculables ?
—Es verdad; aquel es el país del gran arsenal huma-
no y de las grandes fortunas, de las grandes conmocto-
nes y del gran porvenir que dentro de algunos años
surgirá.
—¿Cree usted en el porvenir de China?
—St; pero nosotros no lo vamos a conocer; probable-
) mente nuestros hijos; nuestros nietos seguramente; por
ahora, China atraviesa ese momento de gestación que, en
la vida de los pueblos, se desarrolla con mucha sangre.
—¿Y a usted no le parece que la especulación de mi
amiga es magnífica?
—Yo no sé, ¿Habló usted con el makler? Yo creo
que no vale la pena emplear un capital tan grande para
obtener una ganancia tan pequeña; el makler me ha lha- :
blado de medio millón de dólares. Un capital de cinco
millones no vale la pena de exponerlo así.
“Miss Atlántico” sonrió:
—Mi amiga es mucho más inteligente de lo que usted
cree,
—¿Por qué me dice eso?
—Porque es así; mi amiga ha hecho que su “amigo”,
el chino, compre en firme, pagándolas al contado, las