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«EL DUENDE DE LA COLEGIATA»
tiempo se ordenará a usted que baje a tierra, sin dar nin-
guna explicación; él pensará que usted queda arrestada,
¡quién sabe por qué causa! Protestará; no se hará caso
de sus protestas; usted bajará a tierra acompañada de la
Policía; el barco partirá, y cuando el barco se haya ale-
jado de las islas Hawai, usted, en libertad, hará lo que
crea conveniente. ¿Qué le parece el plan?
—Me parece muy bien—contestó “Miss Atlántico”—.
Siempre que resulte tal como usted lo dice.
—Indudablemente resultará, señora; es cuestión de dó-
lares,
—Pues por dólares, no se preocupe, Dígame cuánto
necesita y prepárelo todo,
—Voy a hablar con las autoridades de San Francisco,
hoy, para que se cursen los telegramas necesarios a Ho-
nolulu; venga usted mañana y la podré contestar,
—51 el plan resulta tal como usted me lo dice, no ten-
go inconveniente en pagarle una minuta extraordinaria.
—¡Muchas gracias! Señora, procuraré que el plan re-
sulte, no para cobrar la minuta extraordinaria, pues yO
me contento con cobrar los derechos que me corresponden,
sino para satisfacer a una mujer tan bella como usted.
Muchas gracias, señor abogado,
Siempre a sus órdenes, señora,
—A IA