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XIX
—Entonces—preguntó “Miss Atlántico” al abogado—
¿puedo embarcarme mañana tranquila?
—Completamente tranquila—la respondió el célebre
abogado de California—. En Honolulu, donde fueron
enviadas las instrucciones oportunas, sucederá todo según
Sus deseos.
—¡Muy bien!—exclamó “Miss Atlántico”, sacando su
libro de cheques—. ¿Quiere usted decirme cuánto le debo?
—Aquí está la minuta-—dijo el abogado presentándola
un recibo,
“Miss Atlántico” miró la cifra, y tomando una pluma
de encima de la mesa del abogado, firmó un cheque y
se lo entregó.
—¿Quiere decirse—preguntó “Miss Atlántico”-—<que si
hubiese alguna dificultad yo le cablegrafiaría ?
—No habrá dificultad alguna—contestó el abogado—;
pero, en fin, si acaso surgiese algo inesperado o usted
deseara algo nuevo, cablegrafíeme, y yo, que conozco ya
el asunto, desde aquí proveeré según lo que usted me
pida,
-—Entonces, ¡hasta la vista!
¿Volverá usted pronto?
Pienso hacer un viaje a Oriente, con una amiga mía;
Probablemente, durará el viaje medio año; pero, desde