242 ADELARDO FERNANDEZ ARIAS
—Metropol.
—¿Está lejos?
—Aqui, en Tien-Tsin, todo está cerca; sin embargo,
este cinematógrafo está un poquito extraviado, porque
hay que atravesar el barrio chino para llegar a él.
—¿Por qué, el barrio chino?
—Para acortar; los automóviles y los rickshaws pue-
den llegar al “Metropol” dando la vuelta por Main Road,
pero atravesando el barrio chino se llega en seguida, y
como supongo que a usted no la importaría atravesar el
barrio chino, porque ya conoce nuestro país,
-—Al contrario, a mí me divierte mucho cuando vengo
a China, frecuentar los barrios chinos; tienen, sin embar-
go, un olor desagradable, debo confesárselo a usted; para
nuestro olfato de occidentales, los barrios chinos huelen
de una manera extraña; pero yo estoy acostumbrada ya
y no me choca. ;
Terminaron de cenar, tomaron su café, rociado con li-
cores; fumaron un último cigarrillo y “Miss Atlántico”
exclamó :
—Bueno, pues entonces, ¡vamos!
“Miss Atlántico” se colocó sobre su toilette de noche
magnífica un soberbio mantón de Manila con grandes flo-
res bordadas, armonizando sus colores espléndidamente.
Ohuang-Tsu-Chang habló eñ chino con el portero del
hotel, quien, con un silbato, hizo que se acercaran varios
rickshaw.
Chuang-Tsu-Chang invitó a “Miss Atlántico” para que
ocupase uno de los rickshazw, y él subió al otro,
En chino, Chuang-Tsu-Chang dió a los “coolies” del
rickshaw instrucciones, y con el trotecillo peculiar de
los conductores de rickshaws, los cochecillos ligeros de
dos ruedas, arrastrados por los “coolíes”, avanzaron por
las calles de Tien-Tsin. Iba delante “Miss Atlántico”;
detrás, Chuang-Tsu-Chang.
De cuando en cuando, Chuang-Tsu-Chang daba órde-