«MISS ATLANTICO» 271
perdido mucho dinero en especulaciones mal realizadas, y
necesitaba, por fuerza, que un hombre rico me ayudase;
ese hombre rico era un gran fabricante de California que
iba hacia Europa para arreglar sus negocios,
El general Tshiang-Tshu-Feng la interrumpió:
—¿ Míster Goldsmith?
—SÍ.
—¡ Sigue!
—Pues mister Goldsmith se enamoró de mí; es decir,
tuvo el capricho de que yo fuera su amante, y, como yo
necesitaba dinero, entonces, él me compró; Goldsmith es
un hombre; yo no sé si tú tienes sus verdaderos ante-
cedentes.
—Sí; sé quién es.
—Quizá sepas quién es, pero no cómo es; Goldsmith
es un hombre frío, calculador; es un hombre de negocios
ante todas las cosas y a mí me consideró como “una mer-
cancía más” que compraba; me dió dinero; pero tú no
sabes lo caro que me hizo pagar ese dinero. Me trató
como una esclava; me maltrató; me humilló como nunca
hombre alguno en la vida me ha humillado; hizo de mí
una “cosa”, un “objeto”, un animal de placer. Llegamos a
Londres ; allí me encerró en un hotel y me utilizaba cuan-
do sus sentidos lo requerían; no me permitía que le acom-
pañase, porque decía que yo le perjudicaba en sus nego-
cios. En fin, me hizo llorar tanto, me causó tanta amar-
gura, que todo el tiempo que estuvimos en Londres fué
para mí una verdadera tortura, un martirio, ¿y todo por
qué?, porque había comprendido mi situación desespera-
da. Aprovechando mi situación económica, él creía que,
por unos miserables dólares que me daba, como se le echa
un hueso a un perro, por eso, tenía el derecho de pa-
tearme, ¡y así lo hizo! ¡Me estremezco cuando recuerdo
aquellos días! Aquel hombre llegó “a eso”, a patearme;
llegó a pegarme; me maltrató; puso su mano sobre mí, y
tú, ¿ves mi piel blanca, suave y delicada?
Y al decir esto, “Miss Atlántico” tomó una mano del
«