(MISS ATLANTICO» 23
—Pues, créame, que la deseo que continúe usted dis-
frutando la vida como la disfruta muchísimos años y has-
ta la muerte.
—¡Ah! No me hable de la muerte. No sabe usted el
horror que tengo a la muerte. Mire usted, yo no tengo
miedo a nada, le aseguro que no tengo miedo; a lo único
que temo es a la muerte. Algunas veces se me ocurre
pensar así para mis adentros: “Bueno, ya te has muerto”.
Y pienso que la muerte es el fin de la vida, como si se
estuviera durmiendo, pero con un sueño del que no se
despierta más y con un sueño en el que no se sueña;
porque todavía cuando soñamos seguimos viviendo; la
subconsciencia, esa subconsciencia de que nos habla el
profesor Freud, ¿usted conoce la teoría de Freud?
—Si, he oído hablar de esa teoría; pero, ¡como tengo
lan poco tiempo para leer!
Pues, como le decía, la subconsciencia nos hace vi-
vir la vida durmiendo; sin embargo, a veces, el cansan-
cio físico, o la tranquildad espiritual, o la digestión orgá-
nica, es tan perfecta que nos permite dormir sin soñar,
con uno de esos sueños en que, al despertarnos a la vida,
NOS parece que resucitamos, y así me imagino yo que debe
ser la muerte: un sueño sin soñar, un sueño profundo en
el que se paraliza la inteligencia, en el que la subcons-
ciencia está acallada; pero, ¡claro!, cuando nos dor-
MIMOS...
“Miss Atlántico” se interrumpió :
—Oiga, ¿a usted le han hecho alguna operación ?
—Si; me han sacado una muela varias veces.
—Esas no son operaciones, Yo le hablo de operaciones
en que haya sido necesario anestesiarle con cloroformo,
¿a usted no le han aplicado nunca el cloroformo?
—No; a mí, nunca.
—Pues a mí sí, y recuerdo que, cuando me dieron el
cloroformo, sentí también una impresión que debe ser la
impresión de la muerte. Yo recuerdo que me dijeron des-
pués de ponerme la mascarilla del cloroformo; “Cuente